martes, 24 de mayo de 2011

ENCUESTAS CALIENTES A LA PARRILLA: LOS ARGENTINOS PREFIEREN EL ASADO AL SEXO


Si bien las encuestas son antojadizas y habitualmente se prestan para ratificar con un puñado de números los preconceptos o las ideas previas sobre algún aspecto, lo cierto es que pueden servir como fotos “instantáneas” de una película mucho más compleja.
El marketing las puso de moda hace unos cuantos años y la política las llevó a límites casi dictatoriales, pero la realidad es que entrado el siglo XXI las encuestas y los sondeos de opinión son el “ojo que todo lo ve”, el “Gran Hermano” de las conductas humanas.
INDEC aparte y como sostiene Umberto Eco[1], es verdad que si en un hogar compuesto por dos personas una de ellas come dos pollos y la otra ninguno, el análisis estadístico sostendrá engañosamente que cada habitante de esa casa comió un pollo.
Pero nadie podrá refutar que fueron dos los pollos consumidos.
Con todas las salvedades enunciadas y tomando las encuestas “con pinzas” –de esas que sirven para atrapar los chorizos díscolos en la parrilla-, podemos entonces echar mano a una vieja “Polaroid” imaginaria para sacar algunas “instantáneas” que nos ratifican que el asado es la pasión argentina por excelencia.
De acuerdo a diversos sondeos de opinión presentados por el diario Perfil en 2008, los argentinos prefieren el asado antes que una noche de sexo.
Caso curioso para Freud[2], que tendría que haber incluido un capítulo sobre “pulsiones carnívoras” para describir esta particular opción del ser argentino.
La nota de Perfil surgió a raíz de una encuesta on line de Yahoo, en la que se preguntaba: “¿Qué es mejor, comer asado argentino o tener sexo?”. Entre las múltiples respuestas de los participantes de toda Latinoamérica, un cordobés aseguró: “Existe una variante, que consiste en tener sexo mientras se prepara el asado. Si bien es cierto que la carne se quema un poco, todo depende de la mano del asador”.
El diario Perfil consultó entonces a 500 hombres y 500 mujeres qué era lo que más les gustaba hacer en su tiempo libre. La respuesta fue elocuente: hacer y comer asado, con una –a priori- increíble coincidencia entre ambos géneros. El sexo, tanto para hombres como mujeres, quedó en segundo lugar.
En la nota, la socióloga Ana Lecumbe ensayó una respuesta para ese fenómeno argento: “La ceremonia del asado incluye el ritual completo, no sólo comerlo, y eso implica un momento compartido y hasta habla de la identidad nacional. Además, es riquísimo y famoso en todo el mundo”.
Este aspecto tan particular de la argentinidad llegó con cierto chisporroteo mediático al mundial de fútbol Sudáfrica 2010, cuando uno de los referentes del cuerpo técnico de Diego Maradona anunció que en la concentración del equipo argentino se permitirían el asado y las “visitas higiénicas” de esposas y novias.
Quizás, después de todo, aquella máxima de la picaresca popular –que incluso fue el título de una película- “todo bicho que camina va a parar al asador” está más referida al asado que al sexo o, al menos, en ese orden de preferencia.
Si dejamos a un lado los aspectos de alcoba y pasamos al mundo estrictamente gastronómico, diversos estudios ratifican la pasión argentina por la carne vacuna.
Según una encuesta realizada por la publicación sibarita “Planeta JOY” entre sus lectores, el asado se ubicó en el primer lugar de los “manjares autóctonos”, seguido por le milanesa con papas fritas. Para completar el panorama carnívoro, las empanadas obtuvieron cuarto lugar y el choripán el sexto. Los ravioles, pese a la ascendencia italiana de gran parte de la población, se ubicaron un magro séptimo puesto. El pollo, el cordero, el cerdo y el pescado ni siquiera ingresaron en el ranking.
Otro estudio de la consultora D’Alessio Irol, realizado en 2008, también aseguró que el asado lideraba ampliamente el top ten del gusto vernáculo.
Hasta la Navidad, una de las celebraciones más “uniformes” de occidente, está teñida en nuestro país por la grasa que chorrea de las parrillas. De acuerdo a otro estudio de TNS Gallup Argentina, sobre 1015 casos, el 60% de los encuestados aseguró que prefiere comer asado en la Nochebuena.
"Los platos de la mesa navideña varían según el nivel socioeconómico. Mientras que las carnes frías, vitel toné, fiambres, tomate relleno, quesos, huevos rellenos, tartas y copetines y snacks crecen entre los niveles socioeconómicos altos, el asado y las empanadas aumentan en los niveles más bajos", señaló Constanza Cilley, gerente General de TNS Gallup Argentina, al analizar las cifras.
Solamente el 3% de los encuestados sugirió que comería pescado, mariscos, o comidas regionales.
Los números (es cierto, fríos, caprichosos) sentencian con su dejo autoritario y nos definen: de acuerdo a un estudio del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina realizado a nivel nacional, el 97% de los argentinos, aseguró comer carne vacuna en forma habitual, relegando a ese 3% restante casi a la categoría de minoría apátrida.
En definitiva, pensará algún exaltado chovinista -volviendo al tema central de esta nota-, sexo hay en todo el mundo, pero el asado, el asado es argentino.


Luis Fontoira
historiasdelacarne.blogspot.com


[1] Escritor y filósofo italiano, experto en semiótica.
[2] Sigmund Freud, casi un prócer para gran parte de la intelectualidad argentina, tuvo, efectivamente, contactos con el país y se carteaba con el escritor cordobés Juan Filloy.

LA PLATA: LA CIUDAD DE LAS DIAGONALES Y DE LA CARNE


Inspirada en una novela de Julio Verne, fue fundada con un malogrado asado con cuero. Albergó en sus calles a dos de los frigoríficos más emblemáticos y sus obreros protagonizaron uno de los hechos más trascendentales de la historia argentina. Algunos sostienen, incluso, que en uno de ellos trabajó el mítico Mariscal Tito. “El Mondongo” y “El Churrasco” son dos de sus barrios históricos y se conoce como “triperos” a los hinchas de uno de sus clubes de fútbol.



Dicen los entendidos en cuestiones urbanísticas que La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, es una de las ciudades más “pensadas” y mejor diseñadas del país. Fue concebida con un trazado que no responde a la lógica hispánica e incorporó las tendencias del higienismo de fines del siglo XIX[1].  Entre 1952 y 1955 se llamó Ciudad Eva Perón y es conocida popularmente como “la ciudad de las diagonales” aunque bien podría ser rebautizada con sobrados fundamentos como “la ciudad de la carne”.
Es que La Plata, supuestamente inspirada en una novela de Julio Verne (ver recuadro), se desarrolló al impulso carnicero de los frigoríficos anclados en sus alrededores y, signada por ese destino cuchillero, alberga barrios cuyos nombres rinden culto a la media res, como “El Churrasco” o el “El Mondongo”.
También cobijó personajes paradigmáticos del sector, como Cipriano Reyes y, según versiones, hasta el mismísimo Mariscal Tito –sí, el unificador de Yugoslavia- trabajó en uno de sus frigoríficos, además de hacerse hincha del club  Estudiantes de La Plata (ver recuadro).
Desde las primeras plantas industriales, instaladas en los albores del siglo XX en Berisso y Ensenada, hasta algunos grandes exportadores actuales (como el Frigorífico Gorina), los platenses siempre estuvieron vinculados a la producción de carne vacuna, protagonizando fenómenos políticos y sociales –ya consignados en otra nota-, como el 17 de octubre de 1945[2].
El primer frigorífico, “La Plata Cold Storage Co.”, de capitales sudafricanos, se instaló en la región en 1904. En 1911 pasó a manos de la “Cía. Swift de La Plata”, de capitales norteamericanos, que funcionó hasta 1983.
En 1915 abrió sus puertas otro gigante, el “Frigorífico Armour S.A”, que dejó de operar en 1969 y cuyas monumentales instalaciones fueron demolidas en 1986.
El esplendor de estos frigoríficos, verdaderas ciudades dentro de la ciudad,  se registró entre los años 1940 y 1947, cuando llegaron a emplear entre diez mil y doce mil trabajadores cada uno.
Swift y Armour, grandes exportadores de carne vacuna procesada, enfriada y congelada también llegaron a faenar ovinos, porcinos y aves. Procesaban todos los subproductos y salaban y exportaban los cueros.

El Mondongo

Con tanta carne corriendo por sus calles no es llamativo que uno de sus barrios más tradicionales –cuna, entre otros de René Favaloro- se llame “El Mondongo”. Este barrio está situado entre las Avenidas 1, 60, 122 y 72.
Su nombre se debe a que la mayoría de los vecinos trabajaban en los frigoríficos de Berisso y Ensenada y, como parte de pago, recibían semanalmente un mondongo[3]. Ese corte era utilizado por los empleados para las comidas del fin de semana y también se vendía en puestos callejeros.
La zona de “El Mondongo” estuvo planificada desde el proyecto original de la ciudad y es uno de los pocos barrios de la Argentina que se identifica de manera clara con un equipo de fútbol de primera división: Gimnasia y Esgrima de La Plata, cuyo estadio está ubicado entre sus calles.

El Churrasco

“El Churrasco”, otro barrio emblemático de la ciudad, parece signado por su propio nombre, con llamativos incidentes que tienen como protagonista a la carne vacuna.
En 2007, un camión que transportaba hacienda hacia el Frigorífico Gorina perdió parte de su carga cerca del barrio. De los catorce animales Hereford que huyeron en estampida por las diagonales, tres fueron enlazados hábilmente por los vecinos de “El Churrasco” que, en menos de lo que canta un gallo –que es, efectivamente, mucho menos de lo que tarda en reaccionar el 911- carnearon y comieron los animales.
Hace pocos meses, esta vez sí con la veloz asistencia de los policías bonaerenses, una parrilla ubicada en 520 y 118, fue apedreada por un centenar de vecinos que exigían comida. Según la información publicada en los diarios platenses, el parrillero había accedido siempre a los pedidos de los humildes habitantes de “El Churrasco” hasta que algunos reclamaron postre, además de los cortes a la parrilla. El incidente finalizó con el negocio destrozado y varios heridos.
Dicen los entendidos en ese inframundo muchas veces marginal de las hinchadas de fútbol que en “El Churrasco” también habitan los referentes de una de las principales facciones de Gimnasia y Esgrima.

Triperos

Esa afinidad, tanto de los habitantes de “El Mondongo” como los de “El Churrasco”, con el club del bosque platense derivó en un curioso apodo carnicero. Desde la década del ’20, cuando muchos jugadores del club trabajaban en los frigoríficos de la zona, se conoce a los seguidores de Gimnasia y Esgrima como los “triperos” o “la tripa”.
Ni siquiera el escritor Julio Verne, musa inspiradora de la ciudad y febril soñador de viajes submarinos y artefactos espaciales, logró imaginar que una de sus urbes, por entonces inverosímil, terminaría convirtiéndose en la ciudad de las diagonales y de la carne.


Luis Fontoira
historiasdelacarne.blogspot.com


[1] Esta corriente de pensamiento, llamada también sanitarismo, aparece en Europa como reacción al enorme e insalubre crecimiento de las ciudades industriales. Se preocupa, durante el siglo XIX, de plantear reformas para un espacio urbano plagado de problemas de habitabilidad. Muchos de los asesores de Dardo Rocha en el proyecto de La Plata -como Guillermo Rawson, Eduardo Wilde y Emilio Coni- eran médicos higienistas en contacto con esas ideas.
[2] La marcha que culminó con la liberación de Juan Domingo Perón había sido iniciada por los obreros de la carne, con Cipriano Reyes a la cabeza.
[3] Corte compuesto por el rumen y el retículo o bonete del animal.

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Recuadro 1

Tito, el mariscal carnicero

Josip Broz, más conocido por su título militar “Mariscal Tito”, fue arquitecto y jefe de Yugoslavia desde el final de la segunda guerra mundial hasta su muerte, en 1980, a los 87 años de edad. Fue el principal hacedor de la segunda Yugoslavia, una federación socialista, que duró como tal hasta 1991.
Tito también fue el primero en desafiar a la Unión Soviética, partidario del “socialismo independiente” o “comunismo nacional” o “Tiotísmo”, y uno de los fundadores del “Movimiento de Países no Alineados”.
Sobre su particular y enigmática vida se elucubraron cientos de hipótesis, una de las cuales lo ubica en Berisso, trabajando para el frigorífico Swift.
Según esta versión, difundida por el diario “Hoy” de la Plata, Tito habría llegado a la Argentina en 1930, en un barco carguero de bandera italiana.
De acuerdo a esta hipótesis, Josip Broz (quien se habría llamado “Walter” en la Argentina) era seguidor de Estudiantes de la Plata dado que la camiseta de ese club poseía los mismos colores, rojo y blanco, que su equipo, el Crvena Zvezda de Belgrado.
Verídica o no, la versión dejó sus huellas en la ciudad.
El bar “Sportsman” de Bersisso presenta un mural del artista Cristian del Vito en el que se puede ver al dueño del local junto con Cipriano Reyes y el Mariscal Tito.
Aparentemente, el emblemático Tito comía en el desaparecido restaurante “El Aguila” y vivía en la pensión “El Turco”, sobre la por entonces fastuosa calle Nueva York de Berisso.
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Recuadro 2

La Plata, la ciudad del futuro

El 19 de noviembre de 1882 se colocó la piedra fundacional de La Plata, con Pedro Benoit dirigiendo el equipo técnico que trazaría la ciudad y el gobernador Dardo Rocha moviendo los hilos políticos para lograr su ubicación en los “Altos de la Ensenada”. Para la ocasión se preparó, como no podía ser de otra forma, un monumental asado con cuero (con carreras de sortijas y fuegos artificiales) que fue arruinado por el bochornoso calor que se registró esa jornada. El gran ausente fue el Presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, quien envió en su representación a su ministro Victorino de la Plaza.
Algunos historiadores aseguran que la nueva urbe, muy vinculada en sus inicios a las logias masónicas, estuvo inspirada en la novela "Los 500 millones de la Begum" (1877), de Julio Verne.
En la famosa exposición mundial de Paris de 1889, el proyecto de la ciudad de La Plata fue presentado con gran éxito y obtuvo dos medallas de oro: a la ciudad del futuro, y a la mejor realización construida[1].
El nombre de la ciudad fue propuesto por el poeta José Hernández, íntimo amigo de Dardo Rocha.


[1] Santiago Alcorta, el presidente de la delegación argentina en la exposición aseguró que La Plata fue calificada como “ciudad de Julio Verne”. Entre los asistentes a la muestra, cuenta la tradición, aparecía el propio Verne en su rol de urbanista.